jueves, 12 de abril de 2012

¡Cuidado! ¡Tiene un iPhone!

Al fin, parece que las autoridades empiezan a darse cuenta del daño que los productos de Apple pueden hacerle a la sociedad.

Merodeando entre noticias, he encontrado esto.


Ahora me siento más seguro.

martes, 27 de marzo de 2012

Botón de bloqueo arreglado

Acabo de experimentar una epifanía tan ridícula como vergonzosa, quizás la más absurda de mis experiencias como usuario de Apple.

Si leyó usted mi entrada anterior, sabrá cuánto sufrimiento ha creado el desbaratado botón de bloqueo de mi iPhone. Pues bien. Por casualidad, he encontrado este vídeo.


He estado apunto de desestimarlo por su mala calidad (apenas podía oír lo que decía el señor). Pero de repente me di cuenta de qué era lo que estaba haciendo. Lo he probado con mi teléfono y funciona perfectamente.

Y pensar en todas las vicisitudes que este botón me ha hecho pasar...

domingo, 25 de marzo de 2012

El día que mi iPhone estuvo a punto de acabar con la vida de cien personas

El verano pasado fui a visitar a un amigo que vive en el extranjero. Fue un viaje memorable, y el día de mi retorno estaba ansioso por contarle mis experiencias a mis amigos y familiares. Fui al aeropuerto y me subí a un avión. Como es habitual, cuando estábamos a punto de despegar se solicitó a los pasajeros que desconectasen sus dispositivos móviles. Obediente, saqué mi teléfono de mi bolsillo para atender las demandas de la tripulación pero, cuando intenté apagarlo, no lo conseguí. El botón de bloqueo del iPhone, que resulta ser, además, el único medio para apagarlo, había fenecido en silencio.





Me hallaba, pues, en posesión de una bomba de relojería en un avión cuyos pilotos estaban a punto de comenzar, ignorantes, el procedimiento de despegue basándose en información incorrecta. Empecé a sentirme inquieto. Me di cuenta (o, al menos, es lo que en ese momento me parecía lo más probable) de que si le comunicaba mi percance a los miembros de la tripulación, se lo dirían a los pilotos, que furibundos acabarían haciendo que me metiesen en la cárcel por introducir un aparato tan peligroso en un avión. Mi inquietud se convirtió en panico, pero en un acto de valentía sin precedentes saqué una llave de mi bolsillo y, sin pensarlo dos veces, la hundí en el botón con todas mis fuerzas hasta que conseguí extraer de él un último hálito de vida, apagando así el endemoniado teléfono. Íbamos a vivir todos.

A pesar de haber pasado por esta espantosa experiencia, conservo mi iPhone. Ahora no se puede bloquear, por supuesto, y eso tiene consecuencias. Mi teléfono ha adquirido el hábito, por ejemplo, de hacer llamadas por sí solo más a menudo (ya lo hacía antes de que se estropeara el botón de bloqueo, pero no con la misma frecuencia). A veces, eso puede resultar desastroso. Hace un par de semanas, salí a celebrar algo con un amigo (no recuerdo qué, exactamente). De algún modo, eran de repente las cinco de la mañana y meneábamos el esqueleto en un antro de nuestro barrio. Por algún motivo, manipulé mi teléfono y lo guardé en mi bolsillo. Entonces, noté que vibraba, y me sorprendió ver que me estaba llamando mi madre. Comprendí que contestar para regalarle el oído a mi progenitora con una mezcla de música exageradamente alta y un intento de disimular mis balbuceos no era muy adecuado, así que decidí colgar y escribirle un mensaje para comprobar si ocurría algo. Mientras escribía las palabras "¿Qué pasa?" (me llevó un rato) recibí un mensaje que decía: "¿Qué pasa?". Lo vi entonces todo con claridad. Mi móvil me había gastado una de sus divertidas coñas. Respondí el mensaje de mi madre diciéndole que mi amado iPhone la había llamado por cuenta propia. Lo entendió, ya que ella también tiene un iPhone y conoce perfectamente las costumbres de estas criaturas.

Al día siguiente, mi madre me contó que se había puesto histérica al ver que la llamaba a las cinco de la mañana, y que había tardado diez minutos en responder a su mensaje.

Quizás debería decir que mi iPhone estuvo a punto de acabar con la vida de ciento una personas. Mi madre podría haber sufrido un ataque al corazón durante esos diez minutos.

viernes, 23 de marzo de 2012

Una razón para odiar el iPhone

El otro día me llamó un amigo. Es el encargado de organizar un concierto en el que toca mi banda, y necesitaba el número de teléfono del guitarra y otro par de miembros. No tenía dónde apuntar en ese momento, así que me pidió que se los enviara en un mensaje de texto. "Hombre, cómo no, ningún problema." le dije. No habría habido ningún problema si mi teléfono no fuese un iPhone.

Abrí, pues, la aplicación para mandar mensajes, elegí a mi amigo como destinatario, y me dispuse a desencadenar el proceso por el cual un cándido usuario de iPhone incluye el número de teléfono de uno de sus contactos en un mensaje de texto. Sin embargo, por más que lo intentaba, no encontraba esta opción. Perplejo, decidí buscar la respuesta en internet. Quedé estupefacto cuando supe la verdad. El iPhone, simplemente, no permite añadir el número de un contacto a un mensaje de texto.

Antes de tener esta burla de aparato, tenía el móvil que veis en la imagen. Ahora mismo cualquiera lo consideraría un artilugio prehistórico, pero cuando necesitaba mandar un número de mi agenda en un SMS, cumplía.

Mientras buscaba la solución a mi problema, hice más averiguaciones sobre las carencias del iPhone. Algunos decían: "Si tienes el firmware 3.x o superior, puedes copiar el número y pegarlo en el mensaje." ¿Perdón? ¿Los primeros iPhones ni siquiera podía hacer eso? ¿No incorporaban ni el copia-pega? ¿Y las apps venían en tarjetas perforadas, o qué?

Quieto ahí, fan de Apple. Sé lo que estás pensando, pero ya sé que el iPhone permite incluir contactos en un mensaje. El problema es lo que hace el iPhone exactamente cuando decides emplear esa función. En primer lugar, no lo puedes hacer desde la aplicación de mensajes. Tienes que salir, abrir la agenda y, desde ahí, seleccionar un contacto y "compartirlo". Pero, cuando lo haces, esto es lo que pasa.



Si ya estabas escribiendo el mensaje, el contacto no se inserta, si no que se crea un nuevo, no deseado y carísimo MMS que contiene el contacto.

Decir que contiene el contacto es un eufemismo. Lo que ocurre realmente es que aparece una burbuja verde con el nombre de la persona en cuestión en la región de texto del mensaje. ¿Que ocurrirá si mando ese mensaje? ¿Le enviaré a mi amigo una burbuja verde? No quiero spamear a mis amigos con burbujas verdes. Desde luego, no tiene pinta de que el solicitante vaya a recibir los números que necesita. Para probar, decidí intentar mandárselo a mi novia (que es lo suficientemente intleligente como para no tener un iPhone) y lo único que conseguí fue un mensaje de error. Parece ser que si y sólo si el destinatario del mensaje tiene un iPhone, el contacto se añadirá a su agenda. Si no, mensaje de error. Rayos.

Todavía me cuesta creer que un aparato tan venerado carezca de funciones tan elementales como esta. Anuncian el nevo iPhone como "El mejor iPhone hasta la fecha." Probablemente lo sea, si es capaz hacer algo que los ladrillos de hace 10 años contaban entre sus funciones.

Al final, apunté los números en un papel, y los escribí en el mensaje.